LAS CASTAS DE LA NUEVA ESPAÑA.
FORMACIÓN DE LAS IDEAS Y LOS COLORES MESTIZOS DE SIGLO XVIII
El Museo de Historia Mexicana invita a disfrutar de la exposición Las Castas de la Nueva España , con la exhibición de más de 130 pinturas de reconocidos artistas como Miguel Cabrera, Andrés de Islas, José de Páez, y series provenientes del taller de Juan Rodríguez Juárez, a partir del viernes 11 de Julio del 2008.
La colección de la Sra. Lydia Sada de González que se exhibe fue otorgada en comodato al Museo de Historia Mexicana hasta el 2009 y representa una de las dos colecciones más completas e importantes de pinturas de castas de Latinoamérica.
Uno de los objetivos de la exposición es dar a conocer este singular género de la historia del arte, a través de distintos enfoques culturales e históricos, que la curadora e investigadora Cristina María González, va presentando como una síntesis de diversas visiones de la sociedad novohispana y europea, la cultura en general de la Nueva España y de la pintura.
La museografía de la exposición estuvo a cargo de Sergio Rodríguez , destacado artista y museógrafo, buscó plasmar una línea sobria de diseño que permita a las piezas destacar sus colores y contenidos.
Por otra parte, los días 6, 13, 20 y 27 de noviembre se desarrollará un ciclo de conferencias alusivas a la exposición a cargo de la investigadora Cristina María González a las 19:00 horas.
INTRODUCCIÓN.
La pintura de Castas es un patrimonio cultural de México. Como género singular en la historia del arte, describe el avanzado proceso de mestizaje, la vida cotidiana y las ideas sociales del último siglo del virreinato, cuando despertaba en la población educada la conciencia de una identidad propia y la demanda de un nuevo orden social.
Desde hace décadas, doña Lydia Sada de González se ha dedicado con amor y rigor a formar, preservar, estudiar y poner al servicio de los investigadores y el público una esmerada colección del legado artístico de la Nueva España.
Las Castas que presentamos en esta exposición -130 pinturas que incluyen obras que fueron modelos de muchas otras- conforman por sí solas una de las dos colecciones más importantes de este género en el mundo, un logro de la perseverancia de doña Lydia, si se piensa que la mayor parte de las piezas se localizaban en Europa. Gracias a su meritoria labor, y a su generosidad, podemos hoy recrearnos en este eslabón de la identidad cultural mexicana.
La exhibición se ha dividido en once grandes temas utilizados como pretexto, para llevar al espectador a través de escenarios imaginarios el llamado siglo de la Razón o de las Luces, el siglo del descubrimiento 'del otro', el gran siglo de la Ilustración.
EXPOSICIÓN.
La exposición que presenta el Museo de Historia Mexicana reúne una colección privada completa de obras de algunos de los artistas más imitados en este género: Juan Rodríguez Juárez, Miguel Cabrera y Andrés de Islas, y series de las diversas castas de José de Páez y José Joaquín Magón, además de pinturas de autoría desconocida que aportan aspectos originales al conjunto y nos dan un panorama del oficio de la pintura gremial.
La colección permite hacer un recorrido por la evolución del género y por la vida privada y ciertos oficios del siglo XVIII; no obstante, esta muestra tiene la intención de destacar algunas de las ideas estéticas y sociales que conformaron la visión de estos artistas. El género de Castas tiene aún muchas preguntas sin resolver; aquí se exploran la presencia del arte europeo, las doctrinas económicas y políticas de la corona española y, principalmente, los principios de la Ilustración sobre el orden y el bien público, así como su descubrimiento de la vida privada.
Algunos de los grandes temas abordados en esta exposición son: El teatro de las Castas; Orden y confusión: una sociedad en movimiento; La Ilustración en América; El respeto a las reformas borbónicas; Vicios y virtudes mestizas.
LOS COLORES MESTIZOS.
Con dos siglos de uniones entre los grupos europeo, africano e indígena, el número de mestizos había crecido mucho.
En la Nueva España , a finales del siglo XVIII la población indígena representaba casi la mitad de los habitantes, en tanto que los blancos eran menos de una cuarta parte; la otra cuarta parte eran personas de raza mixta. Además, había poco más de seis mil esclavos de raza negra en todo el virreinato. Juntos sumaban casi cinco millones de habitantes.
En la capital las proporciones cambiaban: casi la mitad eran blancos (unos siete españoles por cada cien criollos) y las otras dos cuartas partes se dividían en indígenas y mestizos de todo tipo. Ahí las uniones entre razas diferentes eran más frecuentes.
EL TEATRO DE LAS CASTAS.
Por lo común, dieciséis cuadros forman una serie completa; son 15 las castas más comunes y con frecuencia se agrega una representación de indios bárbaros. Algunas veces son solamente doce. En cada obra aparecen un hombre y una mujer de distinto origen, con uno o dos hijos.
El pintor los ha capturado a la mitad de una escena: están en la calle, de camino hacia algún lugar, o en el interior del hogar, taller o comercio, ocupados en diversos quehaceres. Se relacionan con miradas, gestos y actitudes de convivencia. La vida parece transcurrir más allá del instante que presenciamos.
Hay algo teatral en estas imágenes. Los personajes son tipos humanos que representan papeles en situaciones de la vida cotidiana: desempeñan un oficio, así como una posición en la familia y en la sociedad. Estas obras proponen un sentido de orden, de estabilidad, pero también de lucha por el diario sustento y de recreación en los placeres de la vida doméstica.
ORDEN Y CONFUSIÓN.
UNA SOCIEDAD EN MOVIMIENTO
Fray Francisco de Ajofrín escribió en 1763 un diario de viaje que brinda valiosos datos sobre los usos de la época. Ahí hace una lista de las castas más comunes, y señala los rasgos psicológicos que se atribuía a algunas de ellas:
"De español e india nace mestiza; de español y mestiza nace castiza; de español y castiza, española; de español y negra, mulato; de español y mulata, morisco; de español y morisca, albina; de español y albina, tornatrás; de español y torna atrás, tente en el aire; de indio y negra, nace cambujo; de cambujo e india, lobo; de lobo e india, albarazado; de albarazado y mestiza, barcino; de barcino e india, zambaigo; de mestizo y castiza, chamizo; de mestizo e india, coyote. Los lobos, cambujos y coyotes es gente fiera y de raras costumbres."
No obstante, las pinturas van más allá de una mera clasificación con fines científicos y políticos. Desde hace tiempo varios historiadores del arte han señalado el deseo de mostrar la abundancia de los frutos exóticos y las características de las gentes de las Indias a una población europea ávida de conocer al "otro", pero también hay que destacar el deseo de los americanos de mostrarse como una sociedad civilizada, moderna y útil al Estado.
A la manera de los jardines amenos del rococó, estas imágenes construyen un mundo galante y una utopía donde, casi siempre, los personajes se tratan con afecto y gentileza; donde existe una armonía social en que cada cual cumple su función y prevalecen las buenas costumbres.
LA ILUSTRACIÓN EN AMÉRICA.
La Naturaleza tenía leyes y el papel de la Razón era entenderlas y aplicarlas al gobierno y a la sociedad. La educación pública era necesaria para desechar la superstición y la ociosidad. La virtud se manifestaba en el trabajo y la utilidad del individuo al Estado.
En América también se pusieron en práctica los principios de la Ilustración francesa. La agricultura, la construcción urbana y las pequeñas industrias eran signos del progreso en el virreinato. La visión de los criollos, que eran los ciudadanos más educados de la Nueva España , predomina en las ideas que los artistas de las Castas plasman en sus escenas.
Estas obras muestran una sociedad urbana y dinámica, que se hace eco de las grandes transformaciones que vivió la Ciudad de México en la segunda mitad del siglo XVIII. En el pensamiento del Siglo de las Luces, el espacio público cumplía la función de mostrar el orden del Estado. Varios virreyes se preocuparon por dotar a la capital novohispana de un aspecto limpio y moderno: se construyeron hospitales, avenidas empedradas y acueductos; se reconstruyó el Parián y se hermoseó la Plaza Mayor.
En este siglo también cobró importancia a la vida privada, con cada vez mayores instrumentos de confort: coches, utensilios domésticos, diversiones y casas con habitaciones para distintas actividades.
En los escenarios públicos y privados se fortalece el núcleo social que es la familia y el individuo ejerce algunas libertades; en estos espacios se desenvuelve una sociedad desigual, pero en la que, al menos en estas pinturas, todos los individuos tienen un valor y son mirados con interés y respeto.
EL RESPETO A LAS REFORMAS BORBÓNICAS.
Los virreyes notaban que las prohibiciones de libre comercio y de producción de ramos industriales que eran monopolios españoles provocaban el atraso de la Nueva España , y veían con preocupación que no hubiese oficios industriales que dieran trabajo a la creciente población de las ciudades, pues el progreso de la agricultura y de la minería no era suficientes para el bienestar común.
Cuando Carlos III de Borbón subió al trono en 1759, se dispuso a hacer más eficiente la administración de sus dominios: limitó el poder del Virrey, creando intendencias para vigilar la administración, y también el de la Iglesia, expulsando a los jesuitas, expropiando sus bienes y restándole autoridad al resto del clero frente a las autoridades locales. También favoreció la producción minera y permitió por primera vez el libre comercio con los otros virreinatos americanos. Además, hizo fundar una academia de artes.
Nueva España prosperó, pero algunas de las reformas borbónicas no fueron populares, como el cobro de impuestos a los pequeños comercios y el monopolio real del tabaco, el pulque y los naipes, productos que tenían una gran demanda. En las pinturas de Castas aparecen los pequeños negocios de pulque y tabaco, y se representan los oficios con detalle. Es obvio que quería mostrarse el trabajo de los súbditos mexicanos, así como el respeto a las disposiciones del Rey.
El liberalismo económico se manifestó poco a poco en la propagación de pequeños talleres y comercios que permitían la movilidad económica y social, y personas de distintas castas pudieron hacer fortuna. Este proceso se asoma en la pintura de castas.
VICIOS Y VIRTUDES MESTIZAS.
En 1813 José María Morelos declaró en sus Sentimientos de la nación: "Que la esclavitud se proscriba para siempre, y lo mismo la distinción de Castas, quedando todos iguales, y sólo distinguirá á un Americano de otro el vicio y la virtud." Los hombres de distintos orígenes ahora podían estudiar, ejercer oficios diversos y ocupar puestos públicos de acuerdo con sus habilidades.
Durante muchos años más el color de la piel ha marcado diferencias sociales en el México mestizo, pero el régimen de castas desapareció para siempre. Estas pinturas muestran sus contradicciones y la vitalidad de una sociedad que requería un nuevo orden.
En el Retrato de familia que cierra esta exposición, el mestizo domina la escena. Por el atuendo sabemos que su esposa es indígena, pero el hijo de ambos es muy parecido al padre: no hay diferencia en el color de su piel, y nadie ha colocado el nombre de una casta. Con su humilde mercancía de productos del campo, este hombre trabaja para sí mismo y para su familia y es responsable de su destino. Contar las propias monedas significa que su cantidad puede variar, según lo que venda hoy en el mercado.
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Genealogista e Historiador Familiar
Email: samuelsanchez@genealogia.org.mx
Website: http://www.Genealogia.org.mx
Office (81) 8393 0011 Cellphone 811+513+8354 Skype: Genealogia.org.mx
"Haz tu Arbol Genealogico...El Arbol mas Hermoso de la Creacion"
Por medio de la historia familiar descubrimos el árbol más hermoso de la creación: nuestro árbol genealógico. Sus numerosas raíces se remontan a la historia y sus ramas se extienden a través de la eternidad. La historia familiar es la expresión extensiva del amor eterno; nace de la abnegación y provee la oportunidad de asegurarse para siempre una unidad familiar".
(Élder J. Richard Clarke, Liahona julio de 1989, pág.69)
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