domingo, 5 de mayo de 2013

[Elizondo:2520] Sobre Nuevo Leon - Documento poco conocido

En la Ciudad de Nuestra Señora de Monterrey del Nuevo Reyno de León, en veinte y un días del mes de mayo de mil seiscientos y treinta y dos años, la justicia, cabildo y regimiento de ella, conviene a saber, el capitán Rodrigo Ruiz alcalde mayor y capitán a guerra en ella y su jurisdicción por el rey Nuestro Señor, el capitán Alonso de Treviño y Diego de Montemayor alcaldes ordinarios, Gregorio Fernández y Antonio Durán regidores, estando en las casas en donde se acostumbran hacer sus cabildos y habiéndose juntado y congregado en ellas para tratar y conferir cosas tocantes al servicio de Su Majestad, bien y utilidad de la tierra, dijeron: que por cuanto en discurso de más de treinta años que ha que los naturales chichimecos de la nación aguatas, tepehuanes, cucuyamas, matolaguas, quibonoas, tacuanamas, icabias, cayaguagua, quienes, guinaimos y borrados, del valle de San Juan y otras muchas naciones del contorno y comarca de este dicho reyno, están en costumbre de levantarse y negar el reconocimiento y obediencia que tienen dada a Su Majestad, en cuyos levantamientos han causado notables y crecidos daños, nunca se han adelantado a los atrevimientos que en espacio de cuatro meses continuos a esta parte han fecho, pues era notorio y estaba averiguado muy bastantemente y probado por las confesiones de algunos que se han cogido, de que se ha hecho justicia, que sin ningún temor y ya como tan ladinos solían hasta llegar a los términos de la villa de Santiago del Saltillo y en el puesto que llaman de los Muertos, habiendo hecho noche allí la recua y gente de Pedro Camacho, dieron en ella y a no escaparse un negro y [un] indio que la traía, por haber ido a dejar las mulas a parte segura, los mataran y robaran. Y lleváronse todas las cargas de harina y maíz que a este reyno traía y la que no pudieron cargar y llevar derramaron y esparramaron determinando entre ellos de ponerse en la boca que llaman de Vivanco junto a las Encinillas, puerto fuerte y dispuesto a su comodidad, para de aquí atajar los carros, carretas y recuas que entrasen, que a ponerlo en ejecución como lo traían determinado fuera total ruina de todo este reyno y participaran los pueblos cercanos y lo dejaron de hacer por haber cogido a dos de los más belicosos capitanes que lo trataban, que era el Malacui y el Calabazo, de quienes se hizo justicia. Y luego sucesivo hicieron otra junta al valle de las Salinas y mataron dos indios laboríos y de ahí a pocos días corriendo toda la tierra y saliendo de hecho y caso pensado a robar y matar, encontraron la gente amiga del capitán Joseph de Treviño, y flecharon dos de ellos y pasando a la boca de Santa Catalina, cercana de esta ciudad dos leguas, dieron en la ranchería de la gente del capitán Colmillo, que estaba sembrando y quieta por estar a devoción de Su Majestad y mataron a un indio llamado Tomás y a su mujer y flecharon de muerte a otros dos y se llevaron tres indias a quienes mataron en el camino de vuelta a su tierra y viva metieron a una indizuela cristiana en un jacal y le pegaron fuego donde murió y saliendo a los pastores de ganado menor de los dueños de la estancia de San Francisco, cogieron un indio y haciendo oprobios de la forma con que la justicia ejecuta en los malechores su justa lo ahorcaron. Pasando a mayores daños haciendo muy gran junta, salieron a la gente y soldados que llevaban más de novecientas cabezas de ganado menor y en el puesto que llaman de Papagayos Chicos, los mataron y flecharon a tres indios amigos y dejándolos por muertos, desnudando a los españoles que mataron, que fueron a Juan Durán y a Lázaro Ruiz y en el dicho puesto repartieron así el ganado como la ropa, bestias, cotas, arcabuces y todo lo que cogieron se partieron los unos y los otros a sus rancherías; todo lo cual vieron los indios que quedaron por muertos, que libres del peligro se fueron a dar razón al señor don Martín de Zavala, gobernador y capitán general de este reyno. Y a poco más de un mes tornándose a juntar salieron a los carros y haciendo rastro a diez y seis soldados que iban en escolta y acompañando a los carros, mataron a Agustín de Urquiza y a Juan Baptista de Aldape, hermano de Martín de Aldape y a un indizuelo y les llevaron más de cuatrocientas cabezas de ganado menor, sin otros atrevimientos que de pocos días a esta parte tienen. Todo lo cual se ha causado que de la mayor parte de indios que en conformidad del auto de guerra declarado contra las dichas naciones por sus alzamientos y delitos, se han vuelto de la ciudad de Zacatecas, San Luis, Fresnillo, Cuencamé y de otras provincias más remotas. Y por volver tan ladinos y astutos y con el ánimo y valor de los españoles, han experimentado sus trazas  cogiéndolos al vivo, hoy se valen de ellos y hacen lo que jamás han hecho, aun siendo en doblado número y haciendo como hacían entre ellos capitanes y caudillos de más valor. Sobre todo lo cual y para que se remedie la parte que más convenga, es caso tan conveniente el representar al dicho señor gobernador, que pues los dichos indios, añadiendo delitos a delitos y no cumpliendo el tiempo porque salen condenados, quebrantando las prisiones en que se les encierra para tenerlos seguros, se vuelven y causan irremediables daños en muertes  y impiden el trato que la villa de Cerralvo donde asiste su Su Señoría debe tener con ésto. Y no se espera que haya otro remedio mas de proseguir al castigo de las dichas naciones con todo rigor, llevándolo a fuego y sangre, pues en defensa natural se debe hacer por todos derechos agrave las penas del auto de guerra, declarando con nuevo auto que los indios de mayor edad mueran por sus culpas o que por lo menos se les quite la mano derecha y dezoque de los pies y las mujeres y muchachos de cinco y hasta veinte y cinco años, salgan fuera de este dicho reyno por el tiempo que Su Señoría viere y juzgare, que como más dóciles se puede arraigar en ellos la costumbre de los españoles y perder ellos el mal natural de sus padres, pues fuera de este dicho reyno consiguieran el útil de ser criados en toda política e instruidos en las cosas de nuestra santa fe católica y vendrán a ser cristianos, lo cual en esta ciudad ni en la dicha villa de Cerralvo no se puede conseguir, porque por mucha guarda que en ellos se pone se vuelven como tan cercanos a su tierra y dan razón de todo lo que han visto y oído a los españoles. Cuyos daños se atajarán con que Su Señoría ponga en ejecución lo que por este auto se le pide, pues con ello vendrá a asentar una paz muy fija y asegura todo este reyno donde no protestan por el no pare por el perjuicio a esta república en ningún tiempo el articularles no pidieron los que la tenían a cargo,  lo conveniente a ella y para ello se entriegue este auto a uno de los regidores de esta ciudad para que a Su Señoría se le haga notorio y así lo proveyeron y firmaron.

Rodrigo Ruiz. Alonso de Treviño. Diego de Montemaior. Gregorio Fernández. Antonio Durán.
Ante mí, Francisco Sánchez de  Barrera, escribano de cabildo.
* No se conserva esta acta en el Archivo. El texto ha sido reproducido de Juan Bautista Chapa, Historia del Nuevo Reino de León de 1650 a 1690  Gobierno del Estado, Monterrey,  1990, pp. 89-92.

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(desde mi Blackberry )
Benicio Samuel Sanchez
Genealogista e Historiador Familiar

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"Haz tu Arbol Genealogico...El Arbol mas Hermoso de la Creacion"
Por medio de la historia familiar descubrimos el árbol más hermoso de la creación: nuestro árbol genealógico. Sus numerosas raíces se remontan a la historia y sus ramas se extienden a través de la eternidad. La historia familiar es la expresión extensiva del amor eterno; nace de la abnegación y provee la oportunidad de asegurarse para siempre una unidad familiar".
(Élder J. Richard Clarke, Liahona julio de 1989, pág.69)




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